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James Ellroy: "Dios me dio un talento, escribir es una misión divina para mí"

El autor de L.A. Confidencial presentó en México sus memorias A la caza de la mujer.

por Roberto Careaga C.
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Cuando James Ellroy empieza a dar alaridos guturales mientras se retuerce, te das cuenta de que no estás en una lectura literaria tradicional. Podría serlo: Ellroy leyó las primeras páginas de su último libro, A la caza de la mujer, en una concurrida sala de la Feria del Libro de Guadalajara 2011. Pero no las lee: las interpreta. Calvo y envuelto en una camisa hawaiana, Ellroy juega a convertirse en una bestia mientras lee pasajes de su niñez narrados en clave de novela negra: corren los 50 y él es un niño con vista privilegiada de la guerra entre sus padres en la bohemia de Los Angeles. El asesinato de su madre será su maldición. "Mis libros son para toda la familia, si la familia es la de Charles Manson", dice.

Sucede que Ellroy no es un escritor tradicional. "No soy parte del grupo", dice, insistiendo en que no lee a sus contemporáneos ni los conoce. Como mucho, reconoce que leyó dos novelas de Don DeLillo y aunque le parece un "gran escritor", no volverá a leerlo. Apenas le gusta Dashiel Hamment, desprecia a Jim Thompson. No le interesa el mundo: durante las 48 horas que estuvo en Guadalajara, no dedicó ni un minuto a la ciudad. Salvo el par de horas que le tomó la lectura en la feria, estuvo todo el tiempo en el hotel: "No me interesa México. No me interesa nada más que mis libros".

Heredero rabioso del hard boiled americano devenido en novelista histórico, como le gusta definirse, el autor L.A Confidential también ha echado andar una veta de memorialista brutal. Empezó hace 15 años con Mis rincones oscuros, donde relataba la investigación que llevó a cabo en los 90 para encontrar al hombre que asesinó a su madre cuando él tenía 10 años. No encontró al criminal. El año pasado publicó A la caza de la mujer, algo parecido a una segunda parte: narra la compleja relación que ha tenido con las mujeres, a la sombra de su madre.

"Escribí estos libros porque soy un egomaníaco y quería contar mi historia", dice en el piso 17 del Hotel Hilton, mirando de reojo, fijo, para hacerte saber por qué alguna vez lo llamaron el "perro rabioso" de la novela negra americana. Resulta, Ellroy intimida. Pero rápidamente aparece un hombre amable que de pronto se revela como algo parecido a un predicador: "Dios me ha dado un talento. Escribir es una misión divina para mí. Es un trabajo ético".

Dios se le apareció a Ellroy en los 70, después de tocar fondo. Como cuenta en A la caza de la mujer, desde niño espió a las mujeres hasta llegar a entrar en sus casas para robar su ropa interior. Abusó del alcohol y las drogas, vivió en la calle, pagaba a prostitutas sólo para hablarles. "Hubo momentos de claridad que me permitieron dar un paso al costado y enrielarme. Apareció Dios", dice.

Enrielado, Ellroy inició en los 80 una ruta como novelista policial, de estilo seco, telegráfico y brutal que explotó en El cuarteto de Los Angeles, donde figuran La dalia negra (1987) y L. A. Confidential (1990). "Esa serie marca mi metamorfosis en novelista histórico", dice aludiendo a enorme Trilogía americana, en la que explora las zonas oscuras de la historia política de EE.UU. en los 60, desde el asesinato de Kennedy hasta el caso Watergate. Ahora está metido en una precuela: sucede en Los Angeles durante la II Guerra Mundial y aparecen varios de sus clásicos personajes.

"Estoy embarcado en la más ambiciosa y extensa serie de libros de mi carrera. Le entregará una forma a mi trabajo como novelista histórico. La escribo a mano. No tengo computador, no tengo celular, no voy a ver películas, no leo novelas, no tengo twitter, dejé Facebook. Me gusta vivir en soledad. Necesito calma física y mental para escribir estos enormes libros", dice.

Pasados 20 minutos, Ellroy se pone ansioso. Quiere un café. Falta poco para que tenga que cruzar la calle y leer en la Feria de Guadalajara. Allá en un momento de arrebato, se lanzará confusamente contra los mexicanos. En el Hilton conserva la calma. Cuenta que ya no volverá a escribir memorias y ante la pregunta por Beethoven, su genio adorado, responde automáticamente: "Nunca será igualado, viene directamente desde Dios".

¿Y usted?

Vengo directo desde Dios. Soy a la novela negra lo que Beethoven es a la música.

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